28 mayo 2010

Serpientes.





Al momento de la separación, de mostrar repudio uno a otro con la espalda, lo más factible es correr, huir. Los brazos se nos vuelven como serpientes, así comienza. Los músculos comienzan a atrofiarse lentamente y es mejor actuar con dinamismo. Se tiene un segundo y no más, para elegir.

Despues de eso nos llega la hora de la metamorfosis. El dolor impulsa el cambio. Nos comenzamos a arrebujar con una viscosidad estimulante, está de más decir que también categórica. Seguimos alejandonos, uno de otro, dandonos la espalda (que ya no es la misma).
Se vuelve un duelo. El primero que llegue a la transformación embiste a su antes compañero.
Y comienza una batalla digna de dos amantes.

El desear ponerle fin a todo es un nuevo comienzo.

Varanus